sábado, 7 de julio de 2007

24.500-03


No he podido dejar de notar por estos días el furor que empieza a producirse en Chile (Santiago) por los archiconocidos trabajos de invierno, con campañas como “Un techo para Chile”, y las misiones evangelizadoras. Para nadie es desconocido que los chilenos –y en particular, la juventud- somos espontáneamente solidarios.

¿Cuántas veces al día se ven personas con calcomanías de alguna campaña solidaria estampadas en la solapa?, ¿Cuántas veces se ven personas dando monedas al mendigo de la esquina o al músico de turno del troncal en el que vamos?, ¿Cuántas veces debemos escuchar a la cuadrilla de misioneros que se acerca para invitarte a “la última oportunidad de tu vida” para misionar y evangelizar al pueblo de Dios?, ¿Cuántos comerciales sobre mediaguas debemos resignarnos a ver en la televisión?

Y es eso no es nada comparado a la batahola que se arma cuando llega la Teletón. Todas las empresas y marcas conocidas que se precien comienzan a maquinar campañas publicitarias millonarias para darle valor a su marca y destacarse o, dicho de manera políticamente correcta, destacar su desinteresado amor filantrópico por los niños minusválidos.

Every single Chilean corre al banco más cercano para depositar la cantidad de dinero que más estime conveniente, acorde con su amor y generosidad (y con cuanto pretenda gastar en el carrete de esa noche…)

Está bien, hasta el momento podrá leerse que no estoy de acuerdo con estas loables iniciativas, sin embargo, esto no es cierto, o al menos, no completamente. Es cierto que debemos apoyar e impulsar campañas como los trabajos de invierno y las misiones, para que nuestro país sea capaz de mitigar -no superar- la pobreza (como sabe cualquier persona que haya estudiado un mínimo de economía, la pobreza es prácticamente insuperable). Por su parte, la Teletón es una instancia renovadora y original que permite otorgar tratamientos físicos y psicológicos a los niños discapacitados de nuestro país, además de ayudarnos a elevar nuestro espíritu, llenándonos de orgullo. Llega a tal punto nuestra generosidad, que la idea se ha exportado a otros países como México, al igual que un techo para Chile que ha llegado a países como El Salvador y Uruguay, destacándonos en el continente, no sólo como un ejemplo de estabilidad económica, política y social, sino como pioneros de la solidaridad y la entrega desinteresada… bla, bla, bla, etcétera, etcétera, etcétera (que va, soy chileno, me gusta alardear sobre los exiguos logros de nuestra sociedad, que son monumentales, según nosotros, a los ojos de los vecinos).

¿Para dónde vamos?, se preguntará mi querido lector a estas alturas. ¡Simple!

Hay dos puntos que todas estas iniciativas solidarias dejan de lado o abordan muy someramente. En primer lugar, y como dice el antiguo proverbio, la caridad comienza por casa. ¿A qué me refiero con esto? La solidaridad, de la que tanto nos vanagloriamos, raramente se ve en el día a día e incluso, con nuestros más cercanos (me incluyo). Un ejemplo evidente de esto es nuestro querido representante del primer-mundista sistema de transporte público santiaguino: el alimentador C-02. Todas las tardes, este bus baja repleto de estudiantes quienes, cómodamente sentados, son incapaces de ceder su asiento a las empleadas domésticas y obreros que, por lo bajo, tienen más de 30 años que ellos y están, por lo menos, 10 veces más cansados. Así ocurre con una infinidad de ejemplos como las colas de supermercados que deben hacer los ancianos, la incapacidad de compartir uno de los tres asientos desocupados de un auto cuando se ve a un conocido de la universidad o instituto, la imposibilidad de darle la pasada a un automovilista para que no esté esperando eternamente, la histeria y rabia crónicas propias de los bocinazos, el deseo incontrolable por injuriar y calumniar a los demás (se recomienda leer el artículo “Panem et circenses”), el afán insaciable de aserrucharle el piso a las personas exitosas, entre muchos -y digo MUCHOS- otros ejemplos.

El segundo punto que queda de lado, y que es más grave aún, es la educación. Pese a que todas las campañas e instituciones persiguen ensalzables metas, ninguna de ellas o, mejor dicho, muy pocas, buscan preparar INTELECTUALMENTE a los marginados.

La mayoría de las personas (o al menos eso espero de mis lectores) tienen claro que la clave para salir del subdesarrollo, de la degradante desigualdad económica de Chile y reducir la pobreza, es la educación. Esto, que a mi parecer suena tan obvio, no es tan evidente para todos los dirigentes y personeros representantes del ideario solidario. Me intriga un poco el porqué de esto. ¿Tal vez sea inconveniente tener una plebe instruida?...al menos sabemos que la mano de obra sería más cara.

En fin. Podríamos seguir eternamente desarrollando ideas sobre la relatividad de la solidaridad chilena, pero definitivamente me tiene sin más cuidado que el que ya expuse en las líneas anteriores.

No me queda más que recordarles que le dejen su monedita al mendigo de la esquina y al cantante de la micro en la que van. No olviden sus donaciones a la campaña de turno para que, de esa manera, puedan pasearse con su calcomanía y demostrar anónimamente su solidaridad…¡Ah! y no olvidar depositar sus pesos en la cuenta 24.500-03 del Banco de Chile el próximo mes de diciembre…

Nota al margen: Una sonrisa, ser gentiles, un “buenos días” y un par de minutos de su vida pueden ser mucho más necesarios que una moneda.

2 comentarios:

Nosoytuchacha dijo...

Qué es primero: ¿el huevo o la gallina? ¿lo material o la educación? ¿Puedo partir educando sin recursos? ¿Puedo dar recursos sin educación? Y creo que es un tema que tiene que ir a la par.
Además quiero añadir algo (lo siento si hiero susceptibilidades): un techo para chile ha perdido su rumbo. Es una institución, organización, movimiento de acción social, llámalo equis, que nació de una institución de la Iglesia y como tal, no debe descuidar su principal función: llevar las almas al cielo. Pero bueno, parece que el materialismo y algunas ideas de la teología de la libereación han acabado por convencer a la mayoría de los integrantes de la empresa de un techo para Chile que Dios no lo puede todo y que es necesario "endiosarse" "creando" mediaguas para todo Chile. Para eso, San Chemari dijo algo muy cierto: primero la oración, después la mortificación y como último ... la acción. La solidaridad no parte en casa: parte en uno mismo.

Roberto dijo...

Cristóbal, me extraña que digas que la pobreza es insuperable y que cualquiera que haya estudiado un poco de eoonomía lo debería saber, la teoría económica nos dice que el capital humano es uno de los puntos claves en la superación de la pobreza.

En teoría, un mundo en que todo el mundo tenga acceso a la educación, sería un mundo en que todos podrían vivir cómodamente, no existe un limite teórico de que tan bien se puede vivir o cuanto la riqueza puede ser repartida.

¿si todos tuviéramos educación universitaria, quien limpiaría los baños? Lo más probable es que nadie, a medida de que la gente se torna más productiva, se comienza a sustituir el trabajo por tecnología.

Esto tiene que ver con uno de los conceptos más básicos de la economía que es la oportunidad de costos. En una economía como la nuestra, sería muy caro contratar a un doctor en matemáticas para limpiar los baños, sin embargo, imagina una economía en que todos tuvieran doctorados, si nadie limpiara los baños y no existe la tecnología que lo haga, la economía colapsaría, en sí limpiar los baños es una tarea desagradable, pero es necesaria, la economía entonces tiene que lograr que alguien lo haga y lo haría con un salario alto, por lo que el salario de un limpiador de baños llegaría al punto en que un doctor, un ingeniero, estaría dispuesto a dejar su trabajo para limpiar baños, por lo que en una economía ocn alto capital humano, aunque no dejan de existir estas tareas desagradables, nadie tiene que ser pobre.

Ojo, que esto cumple con todos los supuestos del libre mercado, por lo que no puedes decir que es una teoría marxista.

Obviamente el problema va en como lograr un nivel adecuado de capital humano.

Saludos.
RAK