sábado, 14 de julio de 2007

Sobre el Homo chilensis y otras bestias


¡Sí estimado lector!, está leyendo bien… “Homo chilensis”. Y es que los chilenos somos tan especiales que he estimado conveniente clasificarnos en una rama paralela a nuestra especie, el “Homo sapiens”. Habrá de notarse que nuestra subespecie no ha sido denominada “Homo sapiens chilensis”, sino que solamente se ha utilizado la fórmula binomial descrita en un principio. Esto ha sido deliberadamente considerado por el autor (dejando la interpretación al lector) a la hora de insertarnos propiamente en el reino animal.

Entonces, ¿Qué es un Homo chilensis? En esta ocasión, haremos caso omiso de todas las clasificaciones biológicas y taxonómicas que nos caracterizan y sólo nos enfocaremos en los rasgos psicológicos y hábitos sociales que nos otorgan una distinción sobre el resto de la fauna latinoamericana.

Nuestra subespecie, por así decirlo, nace de una fusión entre diferentes culturas, extremadamente heterogéneas, la gran mayoría, provenientes de territorios distintos del que actualmente ocupamos. Y es que el Señor quiso que este rincón apartado estuviera deshabitado, pero el hombre, testarudo, lo pobló.

En primera instancia, nuestra querida franja de tierra fue ocupada por sociedades indígenas provenientes principalmente de los territorios conocidos actualmente como Perú (atacameños y otras culturas nortinas), Argentina (diaguitas, mapuches, huilliches, picunches y pehuenches, entre otros) y Oceanía (onas y yaganes). Estas culturas habitaron armoniosamente hasta la llegada del imperio español en el siglo XVI, quienes formaron una Capitanía General en lo que hoy es Chile. Esta forma de administración cumplía fines meramente estratégicos, constituyéndose como zonas de avance en la lucha contra los lugareños enardecidos y los piratas. La Capitanía General de Chile no tenía la menor importancia comercial o económica para el imperio y se destacaba únicamente por ser un vulgar regimiento ocupado por indígenas extremadamente agresivos. He aquí donde se produce el evento más significativo para el surgimiento de nuestra subespecie: la fusión entre los militares españoles desempleados y exiliados a un territorio agreste y frío, y los indígenas sobrevivientes de la asolación del territorio, representados principalmente por los mapuches.

Pese a lo obscura y triste que suena la historia, el Homo chilensis logró encontrar la felicidad, pudiendo salir de la amargura propia del contexto y desarrollarse como un individuo distinto a sus culturas progenitoras, al punto de independizarse del imperio español y construir una nación con comidas, música y folklore propios.

Más tarde, durante los siglos XIX y XX, el chileno recibió la influencia de los inmigrantes alemanes e italianos, quienes se destacaron por sus aportes gastronómicos y campestres, más que por su influencia intelectual. Asimismo, hacia la década de los ’40, nuestro país, solidariamente, sirvió de refugio para algunos españoles que huían de la guerra civil, caracterizados principalmente por el resentimiento propio del comunismo y el socialismo.

Estas ricas fusiones culturales configuran al actual Homo chilensis, quien denota un poderoso arraigo al sustrato territorial, drásticamente reducido durante el transcurso de los siglos, limitándonos a una angosta franja de tierra cercada por el desierto más árido del mundo, la gélida Antártica, el inconmensurable Océano Pacífico y la imponente pared montañosa conocida como Cordillera de los Andes. Es en este punto donde creo encontrar la explicación al tono nostálgico y soñador que posee el Homo chilensis. ¿Será que nuestra subespecie estuvo tanto tiempo aislada de sus congéneres que añoraba desesperadamente salir algún día?...

Sin embargo, este mismo aislamiento resultó ser nuestra arma más preciada para surgir del “oscurantismo”. El Homo chilensis, al estar recluido en un territorio frío, árido y prácticamente carente de recursos naturales, debió utilizar su ingenio y sagacidad, de manera de poder extraer su propio alimento y subsistir. He aquí la raíz del tan bien conocido y respetable “ingenio chileno”. Ese ingenio que nos permite utilizar hasta el más despreciado recurso para salir airosos de un problema.

Este ingenio es bien conocido a nivel mundial y puede observarse fácilmente. Por ejemplo, el chileno, estando de viaje, al verse escaso de toallas, shampoos, jabones y otros artículos, toma aquellos que encuentra libres en los hoteles donde se hospeda. Otro caso esclarecedor corresponde a nuestra querida nueva moneda de 100 pesos. El Homo chilensis, sagaz y observador, notó que la moneda nacional es extremadamente parecida a la moneda de un euro. Es así, como el chileno, al notar que no posee más divisas, utiliza los 100 pesos en cualquier máquina dispensadora o teléfono disponible para salir, de esa manera, del apuro del momento.

El cautiverio descrito nos ha permitido además desarrollar un espíritu de trabajo notable, otorgándole al Homo chilensis un lugar de importancia a nivel mundial, como una de las culturas con más horas de trabajo al día por empleado. Con respecto a esto, existen algunas consideraciones menores referidas a las bajas tasas de productividad, pero que son atribuibles al ensimismamiento del chileno quién, a través de su ingenio y su carácter soñador, dedica gran cantidad de horas diarias a su desarrollo intelectual y cultural.

El frío y el aislamiento nos han hecho desarrollar nuestra propia forma de vestir, caracterizándonos por utilizar tonos grisáceos y obscuros en nuestras vestimentas, descartándose colores llamativos y vivos. Para ello basta salir a la calle y comprobarlo rápidamente.

Por razones similares, el Homo chilensis es un animal tremendamente arraigado a sus costumbres y tradiciones, así como a una rica y nutrida vida familiar. Es en este contexto como la figura femenina, en la forma de la madre, forma un rol omnipresente en la vida de todo ejemplar macho de nuestra subespecie, característica que nuestro dialecto propio denomina como “mamón”.

Con respecto al idioma, podemos afirmar que éste se basa principalmente en el español (andaluz), el cuál, debido a las influencias externas y las propias circunstancias adaptativas, se ha ido transformando y degenerando en el dialecto ordinario que todos conocemos, caracterizado por la escasa utilización de la letra “s” cuando ésta se ubica al final de las palabras y la transformación de la terminación “ado” por “ao”, ambas, herencias de Andalucía. Algunas terminaciones lingüísticas han evolucionado, como por ejemplo, “ie” en “e”, “es” en “í” y “ada” en “á” (por ejemplo, tienes-tení y saltada-saltá). Por su parte, y como consecuencia de la rudeza del español y la influencia “mamona” descrita con anterioridad, innumerables palabras son utilizadas en su forma diminutiva, como puede observase en la siguiente oración: “Manolito, ¿podría pasarme las tacitas y el pancito, para que nos podamos sentar en la mesita y tomar tecito?”

Cabe destacar el desarrollo de una serie de palabras, vocablos, onomatopeyas y sonidos guturales que configuran el “hablar” del Homo chilensis, al punto de generar un idioma totalmente diferente y distintivo, difícil de entender para otras especies foráneas.

La naturaleza de nuestra especie incluye un espíritu de superación el cual ha crecido y se ha desarrollado debido a las circunstancias adversas del entorno. Caso esclarecedor de esto corresponde el entorno laboral del Homo chilensis, en donde, poniendo a prueba su espíritu de lucha, nuestra subespecie recurre a cualquier medio para ascender en posiciones laborales, en detrimento del individuo que la esté ocupando. Algunos de los medios comúnmente aceptados por la sociedad corresponden a los “cahuines”, “pelambres” (definiciones idiomáticas) y todo tipo de calumnias disponibles capaces de deteriorar al individuo jerárquicamente superior. También se recurre a otra herramienta altamente arraigada en la idiosincrasia nacional, vulgarmente definida como “pasarse la pelota” y que se interpreta como la incapacidad de asumir las responsabilidades de lo actos realizados con el fin de salvar el propio honor.

Es en estas circunstancias donde vemos el espíritu igualitario del Homo chilensis, demostrado en la intolerancia ante cualquier forma de éxito por parte de otro ejemplar, queriendo siempre tenerlo a su mismo nivel, el cual, se espera, sea el más bajo posible.

Por último, y como consecuencia de las características descritas, el Homo chilensis ha desarrollado un cierto tono de soberbia sobre sus congéneres latinoamericanos, potenciada por logros diversos que se han desarrollado en los últimos 30 años. Esto mismo ha hecho que nuestra subespecie sea auto referente y con una escuálida capacidad de auto crítica. Por razones fisiológicas y socioculturales, este orgullo tiende a desvanecerse cuando el Homo chilensis se enfrenta contra un espécimen diferente en un combate ritual deportivo.


Estimado lector, sin más, y esperando haber podido plasmar humildemente algunos de nuestros rasgos, no me queda más que despedirme y recordarle que las cosas no siempre son malas. Lo importante es darse cuenta de ellas y tornarlas buenas. Hay que reconocerlo, al final, tenemos más cosas buenas que malas, porque, mal que mal, somos chilenos.

Y si es chileno, ¡Es bueno! (¡e' gueeeeeno!)...


Nota al margen: El presente artículo pretendió describir algunas características de nuestra idiosincrasia en términos GENERALES. Bajo ninguna circunstancia se buscó herir susceptibilidades personales, sino evidenciar, en parte, lo que somos.

3 comentarios:

Alvaro Figueroa dijo...

Estimado:

Antes que todo (lo que voy a decir, no antes de "todo" todo) permitame felicitarlo por su blog. Sus críticas sociales gozan de la ironía característica que a usted lo caracteriza... por supuesto. Lo anterior, acompañado al aire de la columna "Maldítos Jóvenes" que tiene su blog, logran un acabado. No se cual, pero sigue siendo un acabado.

Con respecto al post, me parece una imágen psico/morfo/fisio-lógica correspondiente al chileno común, pero que se queda un tanto corta (si me lo permite). Es cierto que el chileno es reconocido en el mundo por sus múltiples faltas; sin embargo, es justo y necesario reconocer que las carencias y debilidades que caracterizan al pueblo en cuestión son bastante "simpáticas", lo que le da al chileno algo. El problema es que no se si es bueno o malo ese algo.

En fin, sin más que decir que nunca lo contrataré como ministro de relaciones exteriores, me despido.

AFR.

P.S.: Nótese el uso de la segunda persona de manera formal. Ruégole revisar acá (http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=usted) e interprete correctamente. AFR.

P.P.S.: Espero que estés pasando unas buenas vacaciones. AFR.

P.P.P.S.: Nótese además el uso del latín post scriptum en vez de la tan popular P.D. AFR.

Anónimo dijo...

Thanks :)
--
http://www.miriadafilms.ru/ купить кино
для сайта legazettedudonox.blogspot.com

Anónimo dijo...

You'll want to add a facebook button to your blog. I just bookmarked this article, although I had to complete it manually. Simply my $.02 :)

- Robson